La Chuchería, frente al Malecón de La Habana
La Habana amanece
ruidosa. Sin sutilezas transita hacia el día. La mañana de un tirón se lleva la
serenidad de su noche. La magia del amanecer dura un instante. El sol, su
luz y su calor se nos caen encima sin
largos preámbulos. Así comienza el día
de la Habana ciudad, de la Habana recuerdo, la Habana noticia, la Habana sueño.
La Habana
despierta sin tiempo para maquillajes. Desayuna a las carreras, con café,
cigarros, sonidos de coches que no quieren arrancar, cláxones innecesarios.
Despierta con sus habaneros, los de la Habana y los de toda la isla, su gente,
que anda deprisa o despacio, que vive sus rutinas. También despierta con sus
visitantes, que buscan vivir el mejor de los viajes.
La Habana es
bella pero es perezosa. Hay que saber que es inusual encontrar sitio abierto
antes de las diez. Fuera de los hoteles, apenas hay lugar para ese café
conciliador y tranquilo, tan necesario, casi obligatorio en las mañanas.
Hay, sin embargo,
un espacio en el pajar, una aguja en la ciudad. Una terraza que mira al malecón
y la suerte de una mesa para el comienzo. Y es, en verdad, una dicha encontrar
(a cualquier hora) una mesa libre en la terraza de “La Chuchería”. Pero un buen capuchino, o un perfecto espresso,
mirando la voluntad del mar y el ritmo
de una Habana viva, bien valen la espera. Para luego, con el alma llena, salir
a vivir el día.