miércoles, 3 de diciembre de 2014

Pereza matutina de La Habana


La Chuchería, frente al Malecón de La Habana
 
La Habana amanece ruidosa. Sin sutilezas transita hacia el día. La mañana de un tirón se lleva la serenidad de su noche. La magia del amanecer dura un instante. El sol, su luz  y su calor se nos caen encima sin largos preámbulos.  Así comienza el día de la Habana ciudad, de la Habana recuerdo, la Habana noticia, la Habana sueño.

La Habana despierta sin tiempo para maquillajes. Desayuna a las carreras, con café, cigarros, sonidos de coches que no quieren arrancar, cláxones innecesarios. Despierta con sus habaneros, los de la Habana y los de toda la isla, su gente, que anda deprisa o despacio, que vive sus rutinas. También despierta con sus visitantes, que buscan vivir el mejor de los viajes.

La Habana es bella pero es perezosa. Hay que saber que es inusual encontrar sitio abierto antes de las diez. Fuera de los hoteles, apenas hay lugar para ese café conciliador y tranquilo, tan necesario, casi obligatorio en las mañanas.

Hay, sin embargo, un espacio en el pajar, una aguja en la ciudad. Una terraza que mira al malecón y la suerte de una mesa para el comienzo. Y es, en verdad, una dicha encontrar (a cualquier hora) una mesa libre en la terraza de “La Chuchería”.  Pero un buen capuchino, o un perfecto espresso, mirando  la voluntad del mar y el ritmo de una Habana viva, bien valen la espera. Para luego, con el alma llena, salir a vivir el día.